sábado, 24 de diciembre de 2011

Desarrollo insostenible, irresponsabilidad política

La Cumbre del Cambio Climático en Durban de este año se presentaba para muchos con un interrogante que puede parecer lógico en un primer momento.
¿No convendría esperar un poco y afrontar el desafío climático cuando hayamos resuelto la crisis de la deuda en Europa, cuando el crecimiento se haya reanudado?
La respuesta es no, actuamos a contrarreloj, el tiempo es clave ya que el cambio climático avanza y corre el riesgo de descontrolarse, agravando todo tipo de catástrofes naturales e incidiendo negativamente sobre la vida de millones de personas.
Los costes futuros de no luchar contra el cambio climático superarán por mucho a los que debemos afrontar para aminorar sus devastadoras consecuencias.

Después de 17 años de conversaciones, las naciones parte de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) no han logrado frenar el aumento de las emisiones de carbono. En este periodo las emisiones de gases de efecto invernadero han aumentado en un 49% a nivel mundial.
Las negociaciones se remontan a la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro 1992 organizada por la ONU.La Conferencia fue la oportunidad de adoptar un programa de acción para el siglo XXI, llamado Programa 21, que desde entonces es la referencia para la aplicación del desarrollo sostenible en los países.
La Conferencia de Río fue también testigo de la aprobación de la Convención sobre el Cambio Climático, que afirma la necesidad de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero que condujo a la firma en 1997 del Protocolo de Kyoto, que expira en 2011. 

Dos años después de la Cumbre de Copenhague, donde se acordó como objetivo prioritario evitar la subida de la temperatura del planeta más de dos grados, con los datos en la mano vemos que su fracaso ha tenido como consecuencia un aumento en las emisiones globales en más del 5% en 2011.
La Agencia Internacional de la Energía (AIE) advierte de que las emisiones se acercan peligrosamente al limite de 32.000 toneladas de CO2 que no se debe rebasar en 2020 si se quiere evitar el aumento de más de dos grados de temperatura. Los científicos estiman que, con las promesas de reducción de CO2 sobre la mesa, la temperatura media del planeta pegara un brinco de entre 3 y 3’5 grados hacia final de siglo, en algunos países, como España, esta subida media podría traducirse en seis grados más en 2100.

A Durban se llegaba con la enorme necesidad de firmar un segundo Protocolo de Kyoto, ante lo que se presentaban varios debates.
El Protocolo de Kyoto integra una radical distinción entre países desarrollados y países en desarrollo, exigiendo compromiso y actuación solamente a los primeros. Sin embargo, los cambios producidos en la economía mundial durante las dos últimas décadas están difuminando cada vez más tal distinción, pues países como Corea del Sur, Brasil, China o India, ahora son grandes economías exportadoras con industrias competitivas, y no tienen nada que ver con los países que eran en 1990. 
La AIE estima que, hasta 2035, el 90% del aumento de la demanda de energía se producirá en países no miembros de la Organización para la cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE, es decir, en los países emergentes. 
Por tanto, el mundo no puede combatir eficazmente el cambio climático sin el compromiso de estos países, al igual que sin Estados Unidos, que no llegó nunca a firmar el protocolo de Kioto a pesar de ser el país más contaminante del mundo y la principal potencia económica mundial.

En el debate está presente también las cuestión de las “emisiones históricas”, pues, el cambio climático es consecuencia de las suma de las emisiones causadas por las liberaciones de carbono hechas desde el s.XX. Entre 1900 y 2008 Estados Unidos liberó a la atmósfera alrededor de 337.000 millones de toneladas de CO2, mucho más que cualquier otro país. China emitió unos 117.000 millones en el mismo periodo. Ahora está en como pedirle a los demás países que no tomarse el lujo de igualar las emisiones históricas de estados unidos para crecer.

Tras la cumbre de Durban, convención a la que no han ido primeras espadas de ningún país, lo que demuestra el interés de nuestros gobernantes en este tema tan prioritario para todos, los representantes de los gobiernos del mundo han acordado poner en marcha en 2020 unas negociaciones para un tratado que determine una serie de objetivos a alcanzar para reducir las emisiones y luchar contra el cambio climático que abarque a todos los países, algo que será devastador, ya que no es lo mismo comenzar a reducir emisiones en 2012 que en 2020.

Países como Japón, Canadá y Rusia, adheridos al protocolo de Kyoto han dejado claro que no tienen intención de firmar un segundo tratado vinculante de reducción de emisiones. Los motivos en los japoneses son el terrible terremoto y tsunami que han asolaron el país en marzo de este año, mientras que Rusia y Canadá, presumiblemente lo hacen para no rendir cuentas por sus yacimientos petrolíferos. Habrá que ver la disposición de todos los países a firmar un nuevo tratado llegado el momento, en 2020.

La Unión Europea parece ser el principal valedor del protocolo de Kioto, junto con los países más afectados por el cambio climático, pero un segundo periodo de Kyoto en el que solo este la UE, que representa el 11% de las emisiones globales, es claramente insuficiente.

Los patrones cambiantes de las lluvias, deshielo de glaciares, aumento en el nivel del mar, las sequías más largas y severas, las inundaciones y el aumento de las temperaturas, están teniendo un impacto devastador en especies animales y vegetales que pasan por un momento de supervivencia crítico y sobre todo en la vida de millones de personas, principalmente en las que tienen menos recursos y son más vulnerables, porque los países menos desarrollados son los que tienen menos medios para responder a las catástrofes.
A pesar de que muchas zonas del mundo, como por ejemplo América Latina y el Caribe o África no son de los grandes emisores de gases de efecto invernadero, si son de las zonas más afectadas por sus consecuencias.

Desde el Cuerno de África y el sudeste asiático hasta Rusia y Afganistán, en este año 2011, inundaciones, sequías  y calores extremos han sumido a millones de personas en la hambruna y la pobreza. En Estados Unidos, el año pasado sufrieron 14 desastres relacionados con el cambio climático, que costaron cada uno más de 1.000 millones de dólares.

En 2010 la Organización Meteorológica Mundial, portavoz autorizado de las Naciones Unidas sobre el tiempo, el clima y el agua, ya relacionó el calentamiento global con la ola de calor de Rusia y las inundaciones en China y Pakistán de ese mismo año.


Sin avances significativos ni una hoja de ruta clara para abordar el peligroso cambio climático. Podemos seguir engañándonos y seguir con el rosario de cumbres fallidas, sin preguntarnos a que se debe que se incumplan todas las promesas y objetivos firmados.
Estas actitudes no son accidentales, son causa de intereses del cabildeo corporativo al que pertenecen las industrias energética, química, farmacéutica, e incluso a nuevos sectores de seguridad y especializados en catástrofes, como empresas dedicadas a la reconstrucción o a la ayuda humanitaria, que cada vez más se están convirtiendo en un negocio. Los jefes de Estado y negociadores están más preocupados por la reconfiguración de los intereses geopolíticos a escala mundial donde predominan la lucha por los recursos naturales y una carrera por el crecimiento que por el oscuro destino del planeta.


La mayoría de los países pobres están en las zonas calientes, entre los trópicos de cáncer y capricornio, enfrentarse al calor, además de los problemas que trae, es caro. Estos países necesitan, por ejemplo, plantas de desalinización y infraestructuras para trasladar el agua potable, o invertir más en vacunas, para luchar contra las grandes poblaciones de insectos que transmiten enfermedades.


El Panel Intergubernamental de expertos sobre el cambio climático (IPCC) ha pronosticado que para la década de 2050, hasta 800 millones de personas en África (el 40% de la población) tendrá dificultades para acceder al agua. En América Latina se propagarán epidemias y en Asia, hasta 132 millones de personas es posible que se sumen a las que ya pasan hambre.

Reducir la contaminación es un asunto muy caro, y los países pobres no tienen la misma capacidad que los ricos para ello. Pocos países pobres se pueden permitir, por ejemplo, comprar absorbedores de alta energía o instalar turbinas de viento y paneles solares en los tejados.

Desde 2005 se ha puesto en marcha el “mercado de la contaminación”, que consiste en que un país que contamine por debajo de los limites fijados por el protocolo de Kioto pueda vender sus derechos de emisión a otros países que generen más contaminación, obteniendo un claro beneficio económico de ello. EEUU, el país que más contamina del mundo con un 25% del total de emisiones de gases y solo un 6% de la población mundial se opone a ratificar este acuerdo.

El resultado ha sido que corporaciones internacionales han trasladado sus actividades más contaminantes a los países pobres, con la intención de conseguir parte de los derechos de emisiones que reciben estos países. Además los países pobres están recibiendo toneladas de basura y productos tóxicos de los países desarrollados, que se amontonan muchas veces en sus costas. África y Asia reciben anualmente 50 millones de toneladas de residuos tóxicos anualmente, según un informe de la ONU.

Esto conlleva a la contaminación de los países pobres, que acabarán siendo un poco más pobres y más sucios.

Hay un instrumento que ayudaría a soportar esta tendencia contaminante de los países pobres, los créditos de carbono. Los países ricos pueden pagar a los países pobres para que hagan algo que reduzca los gases que provocan el efecto invernadero, logrando que los países pobres sean más ricos y su aire más limpio, plantando árboles en bosques que sirven como sumideros de CO2. Esto solo aborda parte del problema, ya que existe la duda de cuánto CO2 son capaces de absorber los árboles, además los árboles no pueden absorber otros gases como dióxido de azufre o mercurio, entre otros.

También sería importante la flexibilización de las normas de propiedad intelectual aplicables a las tecnologías para reducir las emisiones de carbono, de forma que se puedan aplicar más rápidamente y con menos coste en los países en desarrollo.

En 2009 en Copenhague los países industrializados se comprometieron a financiar con 30.000 millones de dólares a las naciones en desarrollo durante el periodo 2010-2012 para que reluciesen sus emisiones y hacer frente a los estragos  del cambio climático y en la conferencia posterior de Cancún en 2010, prometieron aumentar la ayuda económica a partir de 2013 hasta 100.000 millones de dólares  al año en 2020 a través de la puesta en marcha del Fondo Verde para el Clima que se ha acordado poner en funcionamiento en Durban este mes, una cantidad enorme de dinero equivalente al segundo rescate de la economía griega, pero que a día de hoy, no se sabe de donde va a salir, tomando en cuenta la profundidad de la crisis financiera y económica global, será difícil llevar a la realidad las promesas.

¿Ahora bien, los problemas provocados por el cambio climático nos afectarán también a los países desarrollados o solo a los países en vías de desarrollo?

El empeoramiento de la calidad de vida en estos países provocará inevitablemente que sus habitantes emigren masivamente hacia los países en desarrollo, pero además el aire contaminado de las grandes ciudades incrementa el riesgo de sufrir un ataque al corazón e impide el correcto desarrollo pulmonar en los niños, dando pie a enfermedades respiratorias.
Las comunidades más vulnerables frente a la contaminación atmosférica son los niños, los ancianos, las embarazadas y los enfermos de las vías respiratorias.

En España, aparte del aumento de las temperaturas y de la subida del nivel del mar, nos encontramos con otras muchas razones que nos obligan a reflexionar y a tomar la decisión de "entrar en acción", como la desertización del suelo, reducción de la productividad de las aguas y la tierra, mayor riesgo de plagas y enfermedades, inundaciones, etc, que provocará grandes costes económicos y humanos.

Ante todo lo anteriormente expuesto cabe la necesidad de que todos nos concienciemos en que el cambio climático nos afecta en nuestras vidas, los costes humanos y económicos que ello conlleva, que no es un problema solamente para la pobre gente sin recursos que aparecen de forma intermitente en los medios víctimas de alguna catástrofe a miles de kilómetros de nuestros hogares.

¿Cuánto sufrimiento debe aguantar la población del planeta para que nuestros representantes dejen de mirar para otro lado y sean responsables en cuanto a las consecuencias devastadoras de no afrontar el cambio climático? 





martes, 20 de diciembre de 2011

Corrupción como modus vivendi

La protesta pública por la corrupción, la impunidad e inestabilidad económica
ha estallado en todo el mundo en 2011
, las protestas florecieron por todo el globo y en muchos países se han incrementado rápidamente de un lado a otro, desde la primavera árabe, al movimiento 15-M  o el movimiento Occupy Wall Street. Pese al despertar de la población de su estado de shock o somnolencia, lo peor está por llegar. La delicada coyuntura que afrontamos no ha hecho más que prender la mecha ante una situación que cada vez se antoja más insostenible, esto no ha sido más que el preludio de manifestaciones en masa globales que aglutinen a gente de todos los sectores de la sociedad bajo un objetivo común, que los políticos cambien el rumbo y atiendan las demandas de las personas y no de lo que llamamos “mercados”, que vienen a ser grandes corporaciones financieras y empresariales. Para ello más transparencia y la responsabilidad de nuestros líderes son necesarias.

Las redes sociales han traído consigo el conocimiento y la discusión pública de multitud de escándalos que, muchos de ellos pese a realizarse bajo la legalidad, son indecentes y eméticos. 

Podemos encontrar temas como el del gasto militar de España en misiones y lugares donde nuestra presencia cada vez tiene menos sentido, como Afganistán o Líbano, pero donde seguimos a pesar de la delicada situación financiera y la anunciada austeridad del gobierno para reducir el déficit. O de los privilegios a los que no renuncia una clase política que espera la comprensión de los ciudadanos respecto a los recortes en sus derechos, privilegios que recoge muy bien Daniel Montero Bejerano en su libro “La Casta”

Así mismo, esta “casta” pide unos sacrificios a los ciudadanos que desconocen las fortunas y grandes corporaciones que evaden impuestos por medio de paraísos fiscales por valor de 42.700 millones de euros en España, un 72 % del total defraudado cada año, el triple que autónomos y PYMES según los cálculos del colectivo de técnicos de Hacienda Gestha. En el terreno internacional, Estados Unidos encabeza el ranking de los países que más evaden impuestos, en 2011, en torno a 337.300 millones de dólares no llegaron al Tesoro Público estadounidense a causa de la evasión según un estudio realizado por el grupo británico Tackle Tax Havens. A nivel global, la evasión de impuestos es de 3,1 billones de dólares, lo que representa el 5,1% del PIB global. Pese a todo, inexplicablemente la mayor parte de los trabajadores encargados de encontrar dicho fraude se dedican mayoritariamente a investigar a ciudadanos medios y pequeñas empresas.


Otro caso que sobresale especialmente en nuestro país es el de exdirectivos de las cajas de ahorros, protagonistas de la crisis en España, controladas por directivos afines o afiliados a partidos políticos que los colocan en estos puestos, causantes de la quiebra de muchas de ellas por su mala gestión y que saben que, lo único que les pasará por su incompetencia será su despido inminente y el rescate de dichas entidades con dinero público, por lo que son recompensados ante semejante hazaña con indemnizaciones y pensiones vitalicias millonarias.

Pese a estas y otras muchas corruptelas de todo tipo y casos de clientelismo favorecidos por la falta de control, transparencia y de incentivos sancionadores, España se encuentra en el puesto 31 de 183 países, con una puntuación de 6’2, según el informe de Percepción de la Corrupción 2011 de Transparency International, una organización independiente que se dedica a sacar a la luz la corrupción en cualquier parte del mundo. En comparación con el mismo informe en 2010 parece ser que nada hemos cambiado en este apartado.

El Índice de Percepción de la Corrupción 2011 muestra que la frustración de la población está bien fundada. Ninguna región o país del mundo es inmune a la corrupción en mayor o menor grado, es más, la gran mayoría de los 183 países y territorios evaluados tienen una puntuación por debajo de 5 en una escala que va desde cero (altamente corrupto) a 10 (muy limpio).

Nueva Zelanda, Dinamarca y Finlandia encabezan la lista, mientras que Corea del Norte, recientemente de actualidad en todos los medios por la muerte de su dictador Kim Jong-il y Somalia, que atraviesa la primera hambruna del s.XXI desde hace meses, se encuentran en la parte inferior.



En el debate de investidura (no entiendo que se le llame debate), ante las afirmaciones de la portavoz de UPyD, Rosa Díez, sobre la corrupción política, nuestro recién proclamado presidente Mariano Rajoy se cerró en banda molesto ante la idea de que se generalice la relación de la posesión de un cargo público con la corrupción, pero a la vista de los acontecimientos que ven la luz día tras día en nuestro país, cabe preguntarnos ¿Es la corrupción algo frecuente en nuestros políticos y cargos públicos?


miércoles, 30 de noviembre de 2011

La ruleta rusa alemana, Europa en juego

La Gran Depresión fue una serie de crisis que rebotaron de un lado a otro del Atlántico, cada una de las cuales se alimentaba de las anteriores, empezando por la contracción de la economía alemana que se inicio en 1928, por su dependencia del crédito extranjero y el peso de las indemnizaciones por la 1º Guerra Mundial, el gran crac de Wall Street de 1929, la cadena de pánicos bancarios sufridos por Estados Unidos a partir de finales de 1930 y la desintegración de las finanzas europeas en el verano de 1931.
En la Gran depresión, el PIB de las principales economías cayó un 25%, una cuarta parte de la población activa perdió su empleo, el sector bancario se contrajo un 40% y en muchos países el sistema bancario se desplomó. Casi todos los deudores soberanos  incurrieron en impago, incluida Alemania, la tercera mayor economía mundial en aquella época. Desde entonces ninguna otra crisis económica se ha acercado siquiera a aquel cataclismo…hasta ahora.

La crisis económica comenzada en 2007 continúa, azotando en estos momentos especialmente a los países periféricos de la Unión Europea. Algunas de sus causas se atribuyen a la desregulación desenfrenada que empezó en la década de los ochenta, con Margaret Thatcher y Ronald Reagan al frente de Inglaterra y Estados Unidos respectivamente, y a la derogación de la Ley Glass- Steagall. Sucesivos escándalos como los de la Enron o la burbuja de las puntocom fueron solo un presagio de lo que acontecería con la crisis subprime y Wall Street en el 2007
la captura de las instituciones del Estado (reguladores, Congreso, Poder Ejecutivo) por parte de lobbies empresariales y financieros, llevó al premio Nobel de economía Joseph Stiglitz a decir que: “los banqueros primero utilizaron su dinero y su influencia política para comprar la desregulación, luego para obtener el salvamento masivo y, finalmente el statu quo para impedir una re-regulación eficaz”.

Alemania se benefició durante años de la política económica europea. Cuando peor le iba, la eclosión de sus exportaciones no se dirigió hacia Asia ni EE UU, sino hacia Europa. 
El euro ha sido una mina de oro para Alemania, el superávit comercial de Alemania con la eurozona creció de los 63,8 miles de millones de euros en 2002 a los 139,9 miles de millones en 2009. En 2010 el superávit total de Alemania ascendió a 117,6 miles de millones de euros. Esto significa que el superávit con los países de la eurozona financió el déficit con otros países, especialmente Rusia y China. Este proceso trajo consigo que los países más “débiles” en las economías del euro tuvieron que asumir una deuda exterior creciente.

La Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional exige que los países europeos con problemas, los denominados PIIGS (Portugal, Irlanda, Italia, Grecia, España) pongan en marcha fuertes recortes en los salarios, los gastos sociales y las pensiones, reduzcan el empleo público y privaticen propiedad pública para pagar la deuda. Esto es una exigencia de una política de deflación que va a llevar a una menor demanda y producción, un aumento del paro, ingresos fiscales más bajos, más pobreza y una creciente desesperación en la población.

Se nos dijo que fue una crisis financiera y que por eso los gobiernos de ambos lados del Atlántico se concentraron en los bancos. Se nos aseguró además que rescatarlos con dinero público era algo temporal necesario para pasar el mal momento, hasta que el sector financiero se recuperara y resurgiera el crédito privado. Pero la lluvia de liquidez sobre la banca no ha servido, los bancos no prestan, se dedican a desendeudarse. Mientras el sector bancario tiene otra vez su rentabilidad y sus bonificaciones, el crédito no se ha recuperado, a pesar de que los tipos de interés a corto y largo plazo están en mínimos históricos.

En estas condiciones cuando la demanda privada es anémica, cuando ni siquiera hay crédito, solo el sector público puede dar un volantazo para evitar la agonía. Así lo hizo Japón en los noventa, y el mundo entero tras la quiebra de Lehman Brothers. Como explicó Richard Koo, economista jefe de un banco de inversión japonés en una entrevista "Esa reacción suele ser automática. Luego llega lo dificil, el momento del pánico. En 1997 Japón cometió un error fatal, se asustó del abultado déficit en un país envejecido, estancado, sobreendeudado. Entonces puso en marcha un duro plan de austeridad y subió los impuestos. ¿Les suena familiar?"

Si estas medidas no van paralelas a la creación de empleo, al impulso del crecimiento, a incentivar la innovación y el emprendimiento, la situación será muy complicada.
Dichas medidas deberían ir acompañadas de la  flexibilización del trabajo en empresas con dificultades, aplazamientos de las obligaciones, y eliminación de multas y recargos por retrasos en pagos.


Casi dos años después de la crisis europea, debería ser obvio que obligar a los países débiles para seguir recortando sus presupuestos sólo empeorará las cosas, provocará una recesión más profunda que hará más difícil para estos países crecer, aumentar los ingresos y pagar el montaje de sus deudas. La austeridad dará lugar a un bucle de retroalimentación vicioso en el que la recesión amplía el déficit presupuestario, la deuda pública crece y se alimenta la oposición popular a la austeridad y a la reforma.

Esto no puede continuar durante mucho más tiempo. La señora Merkel debe darse cuenta de que Alemania no es inmune al declive de Europa. 

Sin un cambio radical por parte de los lideres europeos y del BCE, organización independiente que tal vez pueda brindar un alivio inmediato como prestamista de última estancia, amortiguando la recesión a corto plazo, la moneda única podría romper en cualquier momento.
La zona euro no funciona, y a menos que la eurozona se mueva hacia una mayor integración económica, política y fiscal, sin duda dará lugar a rupturas
Cualquier sobresalto, desde el fracaso de un gran banco a la caída de un gobierno, subastas de bonos sin valor o una revolución social, podría provocar la desintegración de la Unión Europea, que bien podría romperse en pedazos diferentes, o en un gran bloque en el norte y una Europa del sur fragmentada.

Además, incumplimientos generalizados de las obligaciones de pago en la periferia eliminarían una gran parte de la riqueza de Alemania y comenzaría una cadena de quiebras bancarias que convertirían la recesión en depresión. Dada la importancia enorme de Europa en la economía mundial, la crisis amenaza a los países de todo el mundo.
 

Los líderes de la mayoría de los países de la zona euro parecen no haber comprendido las consecuencias del fracaso, hay mucho en juego. Es el momento de que los alemanes devuelvan a los europeos el favor que les hicieron cuando las cosas les iban mal, cuando disfrutaron de tipos bajos y de la flexibilidad que ahora ellos no conceden a sus socios.
Conforme más tiempo se deje pasar, más duro y más largo será el camino hacia la recuperación.
 


sábado, 12 de noviembre de 2011

A la deriva del mercado


En nuestras actividades económicas nada sabemos de las necesidades ajenas que nuestro esfuerzo productivo contribuirá a satisfacer ni de los esfuerzos ajenos que acaban satisfaciendo nuestras propias necesidades. Casi todos ponemos nuestra aportación productiva al servicio de desconocidos, cuya existencia incluso ignoramos, mientras basamos nuestra vida en el consumo de bienes y servicios facilitados también por gente que desconocemos. Ahora bien, ello solo es posible sometiéndonos a unas normas tradicionales que no han sido establecidas por nadie deliberadamente, no han surgido por la planificación de ningún individuo. Al igual que el mercado, el lenguaje, el arte o incluso la propia razón son producto de la evolución cultural surgida de un orden espontáneo a través de millones de procesos de interacción humana, este es uno de los argumentos por el que, la idea de que la razón pueda hoy determinar el curso de la evolución, para los defensores del orden espontáneo resulta contradictorio.

Friedrich Hayek afirmó a lo largo de su obra que: "Si la humanidad se negara a asumir las mencionadas normas tradicionales, condenará a muerte y a la miseria a gran parte de la población actual". Todos los que se consideran liberales, a pesar de sus diferencias, no van contra la desaparición del Estado, sino que solamente, su función se limite a preservar las normas tradicionales, lo que denominan estado de derecho o imperio de la ley, un orden constitucional de acuerdo a unas reglas que garanticen la libertad individual a través de la protección de la propiedad privada que evite la coacción de otros individuos y el cumplimiento de los compromisos contractualmente contraídos.


Al contrario que los intelectuales con tintes socialistas, piensan que no hay ninguna razón para suponer que este orden espontáneo debe apuntar a la consecución de determinados fines, como por ejemplo, el logro de la felicidad  o una distribución más equitativa de la riqueza.

“El bienestar de la gente[…]no depende de principio alguno […]; porque los resultados dependen de decisiones que a su vez son consecuencia de hechos que no cabe regular a través de normas de carácter general” Immanuel Kant.

Insistir en que todo cambio sea justo equivale a paralizar la evolución, si alguien hubiese impuesto sobre sus semejantes determinados criterios de justicia basados en la igualdad, la sociedad civilizada no habría llegado a aparecer, ya que al reprimir las diferencias, paralizaría la posibilidad de nuevos descubrimientos.
Si todos fuéramos iguales, serían muy escasas las ventajas que podrían ofrecernos la división del trabajo y mínimas las que se derivarían de la coordinación del esfuerzo de los sujetos.

Lo fundamental de la teoría del comercio internacional se encuentra en las obras de Adam Smith y David Ricardo. Subrayaron que el libre cambio de mercancías tangibles e intangibles mejora la situación de los consumidores, y también que el librecambio permite aprovechar al máximo los recursos dados de una región y favorece su crecimiento a lo largo del tiempo.
Smith señaló que “en un país sin comercio extranjero[…] los señores feudales en poco más podrían gastar sus ingresos que en mantener a miles de dependientes y servidores mientras que los ricos y poderosos de su tiempo empleaban directamente a muchas más personas con su consumo distribuido en mil diferentes mercancías […] Lo que hacia que el trabajador mas pobre de una comunidad moderna tuviera a su disposición mayor numero de “servidores” y gozara de mayores comodidades que mas de un rey africano, dueño absoluto de la vida y libertad de diez mil salvajes desnudos”.

En cuanto a Ricardo,  proclamó que “ los amigos de la humanidad no pueden sino desear que en todos los países las clases trabajadoras tengan gusto por comodidades y disfrutes, y que por todos los medios legales se estimulen sus esfuerzos por conseguirlas […] Es importante la felicidad de la humanidad, que nuestro bienestar aumente por la mejor distribución del trabajo, porque cada país produzca esos bienes a los que sus situación, su clima y sus otras ventajas naturales y artificiales les adapta, y por su intercambio con los bienes de otros países”

El fin de un comercio mundial más libre es, pues, que gocemos de mas comodidades y que disfrutemos mas, lo que se consigue con una mejor aplicación del trabajo

Algo que podemos constatar es cómo la revolución industrial vino acompañada por la liberación política, así gran bretaña comenzó a industrializarse masivamente a partir de principios del s.XVIII gracias a la aceptación generalizada de las normas tradicionales que promueven el desarrollo económico, mientras Francia no consiguió hacerlo hasta finales del s.XIX y España ,hubo de esperar para dar ese salto a la segunda mitad del s.XX

La incomprensión de Karl Marx, Rousseau y otros muchos autores sobre la capacidad liberadora del capitalismo la ha explicado Hayek por la dificultad de la gente común para entender el funcionamiento y papel del mercado. La opacidad del mercado por el hecho de que no es una institución que funciona con una mente que lo controle todo centralizadamente, sino en la división del conocimiento.
Los entornos de conocimiento de los individuos son parciales por necesidad, y se entrecortan con los campos de información de otros individuos, dejando a los precios como los únicos vehículos de información más general.


Carl Menger explicó muy acertadamente la complejidad de las relaciones humanas “El valor de cualquier articulo es la estimación que el sujeto económico establece en relación con la importancia que los bienes disponibles tienen para potenciar sus personales apetencias y su nivel de bienestar “. Estas preferencias que, ni siquiera puede precisar nítidamente muchas veces el propio interesado, su conocimiento le esta vedado a los demás. Pese a ello, el mercado consigue coordinar los esfuerzos productivos de millones de actores situados en diferentes situaciones y entornos y que, disponen de muy diversa información, estableciéndose una trama de relaciones mercantiles que se va plasmando en un esquema imprevisible, de superior complejidad a la que los individuos aisladamente hubiesen podido alcanzar.
El que la utilidad de determinado bien o servicio, definida como su capacidad de satisfacer una necesidad humana, difiera según los individuos parece hoy algo tan evidente que resulta sorprendente constatar  que aún algunos intenten interpretar la utilidad como algo objetivo.
No puede planificarse lo que no se puede conocer. La adecuada comprensión del papel que desempeña la transmisión de información constituye la clave para entender el funcionamiento de los órdenes espontáneos extensos.


Sin embargo, hay varias razones que ponen de manifiesto la necesidad, no de una mente planificadora, sino, junto al respeto de las normas tradicionales, la aceptación de unas normas morales que respetando las libertades individuales, impidan la manipulación y aprovechamiento evidente del mercado global por parte de  una oligarquía mundial de grandes empresas transnacionales que tejen una red de poder, más amplio que el de cualquier país, incluido Estados Unidos, capaz de intervenir y actuar en el mercado a favor de sus propios intereses de forma completamente deliberada. Los grandes pensadores del libre mercado, a pesar de lo acertado de su teoría, nunca previeron la enorme acumulación de poder y de información de estas corporaciones transnacionales, que hoy controlan el mercado y evidencian claramente que ha llegado el momento de la razón para hacer frente a estos fallos de mercado que se hacen hoy insostenibles. La mayoría de los economistas de hoy no pregunta quien controla las reglas de la economía mundial, visualizándola como un mercado descentralizado, competitivo, que no se puede descartar. Sin embargo, esta nueva evidencia sugiere que la influencia económica mundial estámuy concentrada en las grandes empresas transnacionales. Una realidad de la que parece ser, los intelectuales del libre mercado no quieren oir hablar, pero que de vez en cuando, y a pesar del secuestro de los medios de comunicación por estos intereses corporativos, esta realidad sale a la luz . 


La idea de que unos pocos banqueros controlan gran parte de la economía mundial siempre ha sido objeto de críticas por considerarla una idea "conspiranoica".

 Un estudiorealizado recientemente por tres científicos de la Universidad de Zurichy difundido por NewScientist, ha demostrado de forma empírica que un pequeño grupo de empresas, encabezado por los grandes bancos, ejerce un poder desmedido y hegemónico sobre la economía global. El estudio es el primero en observar que 147 empresas (menos del 1%) forman una macroentidad que controla el 40 % de la riqueza mundial. En la punta de esta pirámide se encuentran las principales entidades financieras: Barclays, JP Morgan, Credit Suisse, Bank of America, UBS, AXA, Goldman Sachs y Deutsche Bank, entre otros. La estrecha relación que hay entre ellos los hace plenamente vulnerables ante un colapso.

Para contener las consecuencias de la concentración del poder se requieren nuevas instituciones supranacionales y un cambio en las reglas de juego que imperan en la economía global, ya que la crisis actual, al parecer creada deliberadamente por estas corporaciones transnacionales, en la que aún no se han abordado la raíz de los problemas que ocasionaron la crisis, ni establecido responsabilidad alguna, ha dejado patente que una de las causas principales,si no la principal, de esta crisis, ha sido la falta de regulación.

Si equiparamos la especulación de los "derivados financieros" con el fútbol, podríamos hacer una analogía que explicaría bastante bien como funcionan, sería algo así: son dueños de la cancha, del balón y los dos equipos que juegan (después de haber impuesto al jefe de la policía, a los políticos de turno y al gobernador del estado). Son también propietarios de la transmisión exclusiva del partido, imponen las reglas del juego y están conectados a un casino donde apuestan al resultado que también conocen.


El concepto de orden espontáneo de crecimiento ilimitado se da de bruces de una forma más clara desde un punto de vista nada deliberado, que nada tiene que ver con la inteligencia de una mente o mentes humanas, como lo es la propia naturaleza, claro ejemplo de ello es la contaminación de las aguas, la tala indiscriminada de árboles, la extinción de especies animales y vegetales, el agotamiento del petróleo…pone en evidencia claramente que el crecimiento tiene un limite, y la rápida decadencia de lo citado es directamente causa de la evolución cultural, y por tanto, del mercado, a la que tanto debe.
No existe Pandora alguno donde las redes corporativistas de nuestro planeta puedan ir a buscar una fuente de energía alternativa, árboles, agua…ni siquiera escapar ante la destrucción ocasionada. Ésta es una destrucción que sigue un orden espontáneo extenso similar al del incomprendido mercado, que tanto han defendido los teóricos del libre mercado, lo que obliga a un cambio en la estructura del sistema que de paso a un desarrollo sostenible. No hay duda de que la evolución de la civilización esta íntimamente ligada a la adopción de unas normas tradicionales y al libre intercambio entre millones de personas en el mercado, personas como hemos dicho antes, con una multitud de fines distintos, y distintos gratos de utilidad. La supervivencia y aumento de la población a la que se hace referencia para intentar legitimar este concepto de mercado,  que olvida por completo una justicia distributiva ajena o un desarrollo sostenible, hoy evidencia que, paralelamente, está asentando las bases de nuestra propia extinción.

Por tanto, soy partidario de que haya llegado el momento de la razón, marcar un rumbo sostenible de forma deliberada, a través de la adopción de nuevas normas que junto a las normas tradicionales, formen un nuevo esquema donde, a través de las interacciones voluntarias de millones de personas en busca de diversos fines y con distinta información, permitan una mayor eficiencia no solo en beneficios en términos de capital, sino en términos de desarrollo sostenible, y porque no, de justicia social y de bienestar, admitiendo esto como un incentivo para que todos aceptemos el nuevo marco normativo, porque, a pesar del carácter individualista del mercado, todos somos necesarios para la buena marcha del planeta en el que vivimos, quieran verlo o no, es evidente que todos vamos en el mismo barco.
Esto espero que no se confunda la visión planificadora de la producción por una o varias mentes que dirigen las preferencias individuales agregándolas, erróneamente, en preferencias comunes, obviando la distinta utilidad y necesidades de los individuos, así como los múltiples fines individuales, que el mercado hace posible coordinar.

Los acontecimientos previos a la destrucción del planeta por nuestra civilización, harán que, la necesidad de controlar los escasos recursos produzca, primero el cierre de los mercados internacionales, y por último, una batalla por los recursos que no se tienen para intentar sobrevivir, lo que, hace que sea una evidencia empírica que sea inevitable la explosión del último conflicto bélico de la humanidad. Aún así ante la grave crisis que estamos sufriendo, quizás deban ser tenidos en cuenta los argumentos aquí expuestos para evitar una revolución social que cada día cobra más fuerza en Europa.

Esta frase tan citada de John Maynard Keynes “A largo plazo, todos estaremos muertos”   se toma muchas veces por los defensores del libre mercado como puro egoísmo, que no importa el daño que se infrinja a futuras generaciones, sino el corto plazo que atienda a la opinión pública presente, pero, tras lo expuesto anteriormente, yo la tomaría literalmente, como el fin de la civilización.


 

martes, 18 de octubre de 2011

La Coartada perfecta, el FMI


El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha jugado un papel central en las crisis de las últimas tres décadas. El FMI y el Banco Mundial (BM) fueron creados en 1945, tras las Segunda Guerra mundial. Los objetivos originarios de estas instituciones, que conocemos como IFIs (Instituciones Financieras Internacionales),  son evitar las crisis en el sistema, alentando a los países a adoptar medidas de política económica bien fundadas; ser un fondo al que los países miembros que necesiten financiamiento temporal pueden recurrir para superar los problemas de balanza de pagos, y, además, promover la cooperación internacional en temas monetarios internacionales y facilitar el movimiento del comercio a través de la capacidad productiva. Junto con la FED y su homólogo Europeo, el BCE, conforman una red que marca el rumbo de la economía y la política mundial. 

¿Qué llevó al BM y FMI a reorientar su rol? Una confluencia de acontecimientos. Las potencias occidentales registraban una considerable reducción de su zona para el comercio, las multinacionales veían al globo entero como mercado posible. Para penetrar fronteras era forzoso que los países eliminaran sus leyes proteccionistas y abrieran las economías.

En los años 80, el FMI junto con el BM obligaron a los países que pedían su ayuda por las “crisis de la deuda”, deudas odiosas que eran legado de dictaduras impuestas por juntas militares con la aprobación de EEUU con la excusa de protegerlos del comunismo y asolaron a muchos países en desarrollo durante las décadas 60 y 70, a adoptar un modelo de privatización poco probado y mal definido, pese a ir en contra del programa electoral de los partidos elegidos en su recién estrenada democracia, a lo que se le llamó las Políticas de Ajuste Estructural (PAE) cuyos dos pilares eran la ideología de libre mercado y las ganancias rápidas. Lo que provocaron estas medidas fue un aumento de la deuda externa de los países en los que se recetó y un aumento de las desigualdades sociales.
Las Politicas de Ajuste estructural (PAE), lo que realmente hacen es cambiar las reglas de la economía del pais para beneficio de las grandes empresas e inversionistas. Las PAE tienen cuatro pasos:
  1. La privatización: el gobierno vende empresas e instituciones públicas a inversionistas privados.
  2. Liberalización de los mercados de capital: se reducen los controles sobre la entrada y salida de dinero del país. Para atraer inversionistas al país, se aumentan mucho las tasas de interés.
  3. La introducción de precios de mercado. Esto simplemente quiere decir que el gobierno deja que suban los precios de los alimentos básicos, el agua, y la energía. Comúnmente provoca gran sufrimiento en la población, sobretodo en las mujeres, los niños, y los ancianos.
  4. El comercio libre, que significa la eliminación de las barreras (impuestos y aranceles) a los productos extranjeros que protegen a productores e industrias locales.
Estas cuatro medidas son los pilares básicos de lo que dio a conocer en los años 90 por “Consenso de Washington”, un programa de diez medidas cuyo precursor fue John Williamson, pensado para América Latina pero que sería destinado a cualquier país del mundo.

Davidson Budhoo, economista caribeño que estudió en el London School of Economics y trabajó en el FMI durante 12 años hasta 1988, dimitió por la relación directa de los actos del FMI en la agravación de las crisis y lo que suponía en las vidas de miles de personas, hace importantes denuncias en su carta al director gerente del FMI Michel Camdessus sobre las manipulaciones deliberadas de dicho organismo. La carta, de 150 páginas, se titulaba Enough is Enough (Suficiente es Suficiente), en las que hace estas sorprendentes declaraciones: “Para mí, esta dimisión es una liberación inestimable, porque con ella he dado el primer gran paso hacia ese lugar en el que algún día espero poder lavarme las manos de lo que, en mi opinión, es la sangre de millones de personas pobres y hambrientas. “ 

Durante la década de los 90, el FMI continuó estas políticas, a pesar de sus consecuencias desastrosas durante los años anteriores. Respondió a una serie de crisis financieras en México, Asia del Este, Rusia, Brasil, y Corea del Sur con las mismas estrategias fracasadas. Continuó imponiendo políticas de ajuste estructural a los países en crisis, las cuales no solamente provocaron catástrofes sociales, sino que empeoraron las mismas crisis que pretendían combatir. 
El 25 de septiembre del 2000, en la primera página de los diarios del mundo rebotó, como una simple noticia más, el siguiente dato traído por la agencia informativa AFP: “Unos 19.000 niños mueren diariamente por las políticas monetarias”

Tras las crisis que afectaron a los países en desarrollo a finales de los 90 y principios de este siglo, el FMI quedó muy desprestigiado al fracasar todas las políticas que había recomendado. Ni un sólo país que superó esa crisis, lo hizo siguiendo las recetas del FMI, por el contrario, optaron por modelos muy distintos y eran criticados por ese organismo.

A partir de finales de los 90, las IFIs parecieron empezar a alejarse de las politicas de las dos décadas anteriores, sobre todo el BM, pero estos cambios son solo superficiales, su ideologia central no ha cambiado, como podemos ver hoy con la crisis que azotan a Europa, donde el FMI impone la misma receta de entonces a los países en problemas como Grecia, Portugal, Italia o España. Al destaparse las dificultades de estos países (principalmente de Grecia), para hacer frente al pago de las obligaciones del Estado, la solución propuesta para superar la crisis fue apostar al capitalismo más elemental, volver a las recetas del FMI. Esto figura como parte esencial, necesaria, e imprescindible del rescate a las economías europeas. El FMI será quien supervise que la crisis la paguen la clase media y baja de la sociedad, mientras la clase altas y el capital extranjero obtiene unas ganancias rápidas del “saqueo controlado” del país.

Las críticas al FMI proceden de todos lados, muchos observadores señalan que ambos organismos son más bien incendiarios que bomberos.
Antes de la cumbre de ministros del G20 en París del 15 de octubre, la presidenta de Brasil Dilma Roussef advirtió: "Nunca aceptaremos ciertos criterios que el organismo ha impuesto a otros países. Ya conocemos esa película, ya sabemos lo que es la supervisión del FMI".
Brasil está a favor de aumentar el capital del FMI para que actúe como un freno a la crisis económica global, posición que rechaza Estados Unidos y que no convence a Alemania. Rousseff señaló que si bien su país está dispuesto a aportar más a las arcas del Fondo, descartó por completo hacerlo si el organismo encabezado por Christine Lagarde no deja de lado sus famosas "condicionalidades".

El premio Nobel de economía Joseph Stiglitz, que trabajo en el BM como economista jefe entre 1997 y 2000 fue obligado a renunciar a su puesto por sus criticas a BM y FMI, en las que remarcaba que los principales beneficiarios de las medidas del FMI han sido las empresas extranjeras, mientras que la situación de la población de estos países se agravaba. 
 
El economista Daniel Altman se refirió en 2002 de esta forma al FMI y al BM: "Creadas hace 57 años para reducir la pobreza y estabilizar los mercados de divisas, las dos instituciones cuyas sedes están apenas a una cuadra de distancia en Washington, han luchado denodadamente para colmar las expectativas de sus más grandes accionistas (las naciones ricas más ricas del mundo) tanto como a aquellos que se supone serían sus beneficiarios en el mundo en desarrollo"
Otras críticas, que provienen desde los países ricos hacia estos organismos son las de Paul Krugman, premio Nobel de economia en 2008, que tambien es un critico asiduo sobre el FMI, y de Mark Weisbrot, codirector del Centro para la Investigación Económica y Política, con sede en Washington
Pero una de las más duras proviene de Joe Oloka-Onyango (Uganda) y Deepika Udagama (Sri Lanka) que llaman a una “revisión radical” de todo el sistema de liberalización comercial y a elaborar una “nueva reflexión crítica sobre las políticas e instrumentos del comercio internacional, las inversiones y las finanzas”.
Una crítica generalizada es sobre la marcada ideología neoliberal del FMI, y la aplicación de un tratamiento casi idéntico y poco eficaz a países cuyas circunstancias económicas son muy diferentes, desechando todas las alternativas. Otra es que las condiciones que impone sobre los países que reciben sus fondos degeneran soberanía de éstos, atándolos de pies y manos, pues transfieren las decisiones económicas desde la capital nacional a la sede del FMI en Washington. También se critica la estructura gubernamental del Fondo, que da un poder desigual a los países ricos (en realidad, a una pequeña elite empresarial y financiera de éstos) y excluye las voces de los países más afectados por sus políticas. Otra más es que siempre ha hecho caso omiso de las consecuencias sociales de sus políticas, sobre todo para la gente más pobre, las mujeres y los niños. En resumen, el FMI padece un déficit importante de transparencia, democracia y de responsabilidad. 

Amartya Sen, economista indio y premio nobel de economía en 1998 es un autor importante en el cuestionamiento de las estrategias de las IFIs, propone un camino alternativo a las propuestas neoliberales que tenga en cuenta el desarrollo y el bienestar que ha tenido gran influencia en el cambio de la concepción del desarrollo del BM, sin embargo, este cambio no se refleja en la práctica. En cuanto al FMI ni siquiera se ha planteado esta alternativa.  

Como podemos ver, existe un claro problema con nuestros Organismo Internacionales que debemos abordar, ni el FMI ni el BM se adaptan a las necesidades de transparencia y democracia que hay que pedir a unas instituciones como éstas, ni asumen responsabilidad alguna por las consecuencias de sus políticas. La volatilidad, las crisis financieras y el llamado "muro de la deuda" están afectando a las potencias, especialmente a las del sur de europa, pero de seguir así todo indica que otros países como Francia caerán en el contagio. El FMI sirve como coartada perfecta a los gobiernos electos para ir en contra de los deseos de sus votantes y de la sociedad en su conjunto  y los países adopten su famosa y devastadora receta. Un cambio sólo depende de una decisión política, algo que corroboran los flamantes premios nobel de economía Thomas Sargent y Christopher Sims


miércoles, 12 de octubre de 2011

El controvertido premio Nobel de Economía

El premio Nobel de Economía como es conocido popularmente, cuyo nombre oficial es “Premio del Banco de Suecia en Ciencias Económicas en memoria de Alfred Nobelno es propiamente un premio Nobel. Fué creado en 1968 por el Banco de Suecia, el más antiguo de los bancos centrales del mundo, fundado en 1668, pare celebrar su tricentésimo aniversario.
El premio es gestionado por la Real Academia Sueca de Ciencias, que lo otorga anualmente en el mes de octubre, entregándose el 10 de diciembre, a la vez que los premios Nobel (excepto el de la Paz). Como en los premios Nobel, no puede repartirse entre más de tres personas en cada ocasión. El premio no es sufragado por la Fundación Nobel, sino por el Banco de Suecia, pero la cantidad es la misma que la atribuida a los premios Nobel.

Los críticos de este premio, entre ellos algunos miembros de la actual generación de la familia Nobel, discuten que el prestigio que da el premio de Economía se deriva de una asociación con los Premios Nobel originales ya que Alfred Nobel nunca mencionó intención alguna de premiar a esta disciplina. Los Premios originales establecidos por el químico y fabricante de armamento sueco, Alfred Nobel, fueron para la física, la química, la medicina, la "paz" y la literatura. No hay premio, por ejemplo, para la filosofía u otras ciencias sociales.

Friedrich Hayek, el economista de libre mercado de la escuela austriaca, que ganó el premio junto con el sueco Gunnar Myrdal en 1974, estaba agradecido de este premio ya que había relanzado sus ideas. Sin embargo, cuando se le pidió su opinión sobre éste dijo estar "fuertemente en contra" de su creación y que "ningún hombre debería ser señalado como si fuese una referencia en un tema tan complejo como la economía". A Myrdal, que era socialista, le hizo bastante menos gracia recibir el premio y argumentó que debería ser abolido porque había sido dado a "reaccionarios", como Hayek


El premio Nobel de Economía 2011 ha ido a parar a manos de Thomas J. Sargent, profesor en la Universidad de Nueva York y Christopher A. Sims, profesor en la Universidad de Princeton, por sus investigaciónes sobre la causa y el efecto de las políticas gubernamentales sobre la economía en general, una de las principales preocupaciones de los países que todavía luchan frente a las secuelas de la crisis financiera, según explica la academia de Ciencias Sueca: “Los ganadores del Premio Nobel desarrollaron métodos para identificar las relaciones causales entre la política económica y las distintas variables macroeconómicas como el PIB, la inflación, el empleo y la inversión. Se trata de una relación que opera en ambos sentidos, las políticas afectan a la economía, pero ésta también afecta a las políticas. Las expectativas sobre el futuro son un aspecto fundamental en ese ida y vuelta”.
Sargent ha creado un modelo para ayudar a entender el impacto de las decisiones políticas en la economía, mientras Sims se ha centrado en cómo los factores imprevistos afectan a la economía, dijo la academia sueca.

Esto supone un duro golpe para los defensores del libre mercado y la desregulación a favor de los académicos más interesados ​​en la formulación de políticas activas, parece que el comité encargado de otorgar este premio en los tiempos que corren ha decidido dar la espalda a las teorías del equilibrio logrado a través de los mercados no regulados, tan respaldadas en la década de 1990 y  principios de este siglo.


La Academia indicó que la clave de sus estudios es que ambos economistas han sabido identificar la relación recíproca entre las decisiones políticas y los factores imprevistos de forma empírica recurriendo a datos históricos ante la imposibilidad de realizar experimentos controlados para estudiar cómo interaccionan estos elementos.
Gracias a la base científica de sus investigaciones se han podido distinguir entre los efectos esperados de una determinada decisión política de aquellos imprevistos, que permiten augurar una parte de las consecuencias de las actuaciones de las autoridades sobre la economía.

Para los ganadores del Premio Nobel de Economía 2011, la salida de la crisis europea es una cuestión de política, los problemas del euro no los va a resolver la teoría económica; y la solución a la deuda pasa por una estrecha solidaridad de los países miembros que lleve a Europa a una unión fiscal.

En su primera conferencia, Thomas J. Sargent y Christopher A. Sims se sumaron a las críticas en torno al sistema de la moneda única europea y a la necesidad de una unión fiscal, aquí os dejo el video completo de la conferencia.




sábado, 8 de octubre de 2011

Es hora de coger el timón de la globalización

El sábado 15 de octubre están programadas manifestaciones en más de 300 ciudades en 45 países contra los efectos de la crisis y el camino que han tomado gobiernos e instituciones internacionales para combatirla. Los ciudadanos tienen razones y motivos más que suficientes para su indignación, pero por parte de algunas personas y grupos están difundiéndose consignas anti-capitalistas y anti-globalización que desvían la realidad de la situación a la que nos enfrentamos y sufrimos, en lugar de responsabilizar y cargar contra quienes gestionan el sistema económico nacional y mundial y como éstos últimos marcan el rumbo de la globalización.

La globalización además de la integración cada vez más estrecha de los mercados de todos los países del mundo, abarca muchas cosas, como el flujo internacional de ideas y conocimientos, intercambio cultural, sociedad civil global y el movimiento global a favor del medio ambiente.

Las instituciones internacionales como el Fondo Monetario Internacional (FMI) o el Banco Mundial (BM) no sólo no están haciendo todo lo que está en sus manos para ayudar a los países con problemas, sino que, les están haciendo la vida más difícil, empeorando la situación provocada por la crisis financiera internacional. No existe una sola forma de capitalismo ni una sola forma correcta de gestionar la economía, son diferentes el modelo norteamericano (el que el FMI trata de imponer en todos los países) del modelo japonés, europeo, Chino o de los países nórdicos. Uno de los grandes fallos del FMI es intentar hacer creer que solo hay un conjunto de políticas capaces de hacer que todo el mundo mejore, las famosas medidas de austeridad, privatizaciones y reducción del gasto público que tan de actualidad están, que persiguen la reducción del papel del Estado, ya se llevaron a cabo en otras crisis como la de los países del sudeste asiático o Argentina, con el resultado de un agravamiento de su situación. A día de hoy podemos ver el fracaso de estas medidas en la situación que atraviesa Grecia .

La liberalización del comercio y del mercado de capitales eran dos componentes claves del Consenso de Washington, que se fraguó entre el FMI, BM y el Tesoro de los EEUU, dentro del conjunto de políticas que iban a conseguir promover el desarrollo. Los defensores de este tipo de políticas se centran exclusivamente en el aumento del PIB de los países, haciendo poco caso de otras cuestiones como las que afectan al nivel de vida o la sostenibilidad, con el resultado que estamos viendo hoy, países que aumentan su PIB en los que a su vez, aumentan las desigualdades entre ricos y pobres. Esto se puede ver claramente en como las grandes empresas en plena crisis están consiguiendo beneficios históricos, sus directivos se reparten dividendos millonarios mientras el grueso de la población del país va a peor.

El libre mercado no conduce a la eficiencia económica por si solo y mucho menos a la distribución de los beneficios entre toda la población, con información imperfecta la mano invisible de Adam Smith no existe, sin la regulación apropiada los mercados no conducen a la eficiencia económica, por lo que hay una necesidad de que haya un equilibrio entre mercado y Estado diferente según las circunstancias de cada país.

Para los defensores del libre mercado si la liberalización comercial no ha producido el crecimiento esperado es porque los países no se han liberalizado lo suficiente, o porque la corrupción genera un clima desfavorable para los negocios, pero incluso el FMI ha declarado que la liberalización del capital ha traído inestabilidad en vez de crecimiento. El propio FMI carece de algunas de las reglas básicas de las instituciones democráticas, como transparencia, como se votan los cargos o la asunción de responsabilidades. Hemos llegado a un punto en el que queda claro el fracaso de estas instituciones internacionales tal y como están conformadas hoy, y la necesidad de unas instituciones internacionales transparentes, democráticas y que no actúen en beneficio exclusivo de intereses corporativos y financieros.

La globalización no ha beneficiado a tanta gente como podría y debería haber hecho, hay múltiples cambios que emprender para que ello funcione, tanto en políticas como instituciones económicas internacionales, reglas de juego y mentalidad. para que la globalización funcione mejor y sirva no solo a unos pocos intereses, sino a toda la población.

La cuestión no es si estos cambios se producirán, sino, cuando lo harán, estamos en un momento crítico donde tenemos la oportunidad de dar un giro al sistema y llevarlo por un camino justo y equitativo, sin estar a merced de los intereses corporativos y financieros que socavan la soberanía de los países a través de instituciones como el FMI, hay que apartarse de todas estas acciones improvisadas que ejecutan los gobiernos e instituciones internacionales últimamente y reformar el sistema económico global.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Grecia, una larga agonía hacia el default

Hemos recorrido un largo camino desde el siglo XIX, cuando los gobiernos occidentales recurrían a un procedimiento muy sencillo para lidiar con los países que no cumplían con sus obligaciones financieras: invasión, ocupación y cambio de régimen.

En 1902, Gran Bretaña, Alemania e Italia enviaron una expedición conjunta naval a la costa venezolana y bloquearon y bombardearon sus puertos. Contaban con el consentimiento expreso de Estados Unidos para obligar a Venezuela a pagar sus deudas internacionales. El doctor Luis María Drago, ministro de Exteriores argentino, envió una carta a Martín García Merou, ministro argentino para Estados Unidos donde le decía “La deuda pública no puede desembocar en una intervención militar ni justificar una ocupación material del territorio de las naciones americanas por parte de una potencia europea. En primer lugar, el acreedor sabe que ha contraído un contrato con una entidad soberana y que es inherente de toda soberanía que contra ella no se pueden entablar ni llevar a cabo ningún tipo de procedimientos para la ejecución de una deuda, pues esta forma de cobro compromete su misma existencia y provoca la desaparición de la independencia y libertad de acción del gobierno en cuestión. […] La cancelación y el cobro inmediato de la deuda por la fuerza ocasionaría nada menos que la ruina de las naciones más débiles y la absorción de sus gobiernos, junto con la de todas las funciones que les corresponden, por los poderosos de la Tierra”

No fue ésta la primera vez, ni Venezuela el primer país, dónde las naciones más poderosas del mundo empleaban medios militares para forzar la devolución de la deuda.

La doctrina Dragó fue aceptada universalmente en el transcurso del siglo XX, existe consenso en cuanto a lo que no hay que hacer, que es recaudar la deuda con ayuda del Ejército, pero dónde no existe consenso es cuando se trata de qué es lo que hay que hacer. Cuando los países no pueden pagar lo que deben existen tres alternativas:
  1. Condonación de la deuda.
  2. Renegociación de la misma, el pago se pospone con la esperanza de que las cosas vayan mejor en el futuro.
  3. Suspensión de pagos, se deja de pagar la deuda.


Joseph Stiglitz, premio Nobel de economía en 2001, explica con detalle en su libro "Cómo hacer que funcione la globalización" el caso del default argentino, en enero de 2002 Argentina se declaró en suspensión de pagos, una de las más importantes de la historia, del nivel similar a la que Rusia había declarado en 1998, después de anunciar que pagaría sólo una parte de lo que debía. Argentina llegó a un acuerdo en 2005 con el 76% de sus acreedores para pagarles 34 céntimos por cada dólar. Antes de la suspensión de pagos,la deuda externa estaba aplastando la economía. Las consecuencias de la deuda son dramáticas, sobre todo al borde del default, para pagar su deuda se exige a los países el sacrificio de sus programas de educación y de sanidad, de su crecimiento económico y del bienestar de sus ciudadanos. 

Argentina demostró una gran capacidad de negociación y una inmensa determinación imponiendo su criterio en contra de seguir el camino que le fijaba el FMI, pero la mayoría de los países carecen de ambas y lo más probable es que se hundan ante la presión de los mercados financieros y del FMI y acepten su ayuda bajo sus condiciones, pero cuando, por temor, la suspensión de pagos se pospone demasiado, los ciudadanos deben afrontar enormes sacrificios. En realidad, se suspenden pagos únicamente cuando no queda más remedio.
Sin aplicar las políticas contradictorias características del FMI, Argentina empezó a crecer, algo que nadie esperaba, sin que del país saliera dinero para pagar a sus acreedores y con la ayuda de una gran devaluación de su moneda. Durante tres años seguidos creció por encima de un 8%, y este éxito lleva a hacerse otra pregunta, ¿debe seguir Grecia u otro país los consejos del FMI? Argentina demostró que hay vida después de la suspensión de pagos, pero hay pocos países con la determinación que demostró Argentina, el temor a las consecuencias de no pagar su deuda conduce a muchos países a hacerlo, lo cual supone imponer enormes dificultades a sus ciudadanos. Mientras las economías de estos países permanezcan estancadas aplastados por las deudas, no podrán acceder a los mercados de capital,por muy fieles que sean al pago de la deuda, pero en cuanto empiecen a crecer, volverán a tener acceso a los mercados de capital, a pesar de haber suspendido pagos.

En todo préstamo hay un prestamista y un prestatario, pero ambos se embarcan en la transacción voluntariamente. Si el préstamo sale mal, existe al menos la presunción de que el prestamista es tan culpable como el prestatario, pues se supone que los prestamistas realizan un complejo análisis de riesgos y valoran las posibilidades del prestatario para concederle un préstamo razonable, por lo que es posible que la mayor responsabilidad sea de ellos. Entonces nos deberíamos hacer esta pregunta ¿Existe exceso de endeudamiento o exceso de crédito?.

El exceso de endeudamiento aumenta las posibilidades de crisis y los costes de una crisis los soportan no sólo los prestamistas, sino el conjunto de la sociedad. Cuando las crisis ocurren, el FMI presta dinero en lo que se llama un “bailout”, o ayuda financiera, pero en realidad, no es el país en cuestión el que recibe la ayuda financiera, sino sus acreedores, normalmente los bancos occidentales que son prestamistas de ese país. En algunas ocasiones, los gobiernos asumen responsabilidades que ha contraído el sector privado, socializando los riesgos de los prestamistas privados, siendo los contribuyentes del país los que pagan los errores de cálculo de éstos prestamistas.

El exceso de endeudamiento,o el exceso de crédito, según el punto de vista de cada uno, está muy relacionado con muchas de las crisis que han marcado las últimas tres décadas. Pero los problemas son más profundos. Los contratos de deuda que permiten al país que se endeuda devolver una cierta cantidad de dólares o de euros y en los cuales los tipos de interés se ajustan a las circunstancias del mercado, sitúan todo el peso del riesgo de la volatilidad o inestabilidad de los tipos de cambio y de interés en los países que reciban el préstamo.
Si un país debe, por ejemplo, 2000 millones de euros y su tipo de cambio desciende un 50%, la suma total de su propia moneda se duplica.
Un coeficiente de endeudamiento con respecto al PIB de un 75% pasaría de repente a ser del 150%, que supera las posibilidades de pago del país.
De igual modo, si los tipos de interés pasan del 7% al 14%, la suma total de su deuda se multiplicaría por dos, esto es lo que le ocurrió Argentina entre 1996 y 2000.

Para empeorar las cosas, suele pasar que muy a menudo se firman préstamos a corto plazo, por lo que los prestamistas en cuanto perciben alguna señal preocupante retiran su dinero del país, si todos los prestamistas prestan a corto plazo y luego todos deciden recuperar su dinero al mismo tiempo, no podrán, esto provoca un pánico, todos los prestamistas correrán a sacar su dinero para salir cuanto antes del país, carrera en la que el país prestatario acaba perdiendo. El famoso “corralito” Argentino fue producido por un pánico de este tipo, ante la fuga de capitales del país, el gobierno anunció el 1 de diciembre de 2001 la restricción al retiro de los depósitos bancarios

Islandia con la encarcelación de sus banqueros ha puesto de actualidad el famoso problema del “riesgo moral”, además, uno de sus grandes bancos, el Landsbankinn, ha tomado la decisión de devolver el 20% de los intereses pagados por sus clientes entre el 31-12-2008 y el 31-04-2011 en concepto de los intereses excesivos impuestos a los préstamos en este periodo, tratándose del primer ejemplo de responsabilidad civil de un banco, algo que debería ser un precedente moral para otras entidades tan responsables de la crisis. Hay riesgo moral cuando una parte no se responsabiliza de todos los riesgos de sus acciones y, en consecuencia, no hace todo lo que puede para evitarlos. Con los préstamos, el riesgo está en afrontar todas las consecuencias de una suspensión de pagos cuando, por su parte, los prestamistas pueden reducir el riesgo de forma sencilla, reduciendo la suma de los préstamos. Si existe la posibilidad de bailout, prestan más de lo que de otro modo harían.

Ahora, ante la inminente probabilidad de default en Grecia y la presión del FMI para que la población adopte sacrificios, alargando su agonía y retrasando la suspensión de pagos que podría ser un punto de inflexión, como ya demostró Argentina, se habla de la enésima inyección de liquidez a Grecia pero, ningún nuevo préstamo del FMI llegará a Atenas, simplemente el dinero se quedará en los bancos alemanes y franceses para pagar parte de lo que Grecia debe.

Yorgos Papandreu y su gabinete, tomaron medidas de ajuste económico fiscal. Las medidas más destacadas han sido la disminución salarial del funcionariado público en un 10%, un recorte del 30% del salario navideño y un aumento de la edad de jubilación desde los 61 a los 63 años. También el IVA ha sido aumentado entre un 0'5% y un 2% a productos seleccionados, así como el impuesto de hidrocarburos y el impuesto del tabaco y del alcohol. Además de un nuevo impuesto inmobiliario.

Para la nueva ayuda, el objetivo principal es una nueva reducción de un 30% de los funcionarios tras haber suprimido ya 200.000 puestos públicos. El objetivo ahora es suprimir otros 150.000 para finales de 2015, como se había comprometido Grecia el pasado julio, como contrapartida por el segundo paquete de ayuda de 160.000 millones de euros.

Para los países europeos es un dilema salir del euro, poner una nueva moneda en circulación y devaluar su moneda supondría inmediatamente declararse en suspensión de pagos, pero el ejemplo de Grecia muestra que igual, debería haber salido hace tiempo y evitar la pesada carga de las medidas de austeridad del FMI sobre sus ciudadanos, tomando el camino de Argentina, hay que quitarse el miedo y apostar por los intereses de los ciudadanos, a pesar de que vayan en contra de los del mercado, siguiendo el camino del FMI se ha visto que no solo las cosas no mejoran, sino que incluso van a peor, la deuda pública de Grecia alcanzará el 189'1% de su Producto Interior Bruto (PIB) en 2012, calcula el Fondo Monetario Internacional (FMI). Mientras que, tomando el camino opuesto al FMI,  aún hay esperanza, ya que las medidas del FMI solo responden a intereses corporativos, presionando a los gobiernos a ir en contra del bienestar de sus ciudadanos.


Es frecuente que se culpe a un país de pedir demasiado (al igual que se culpa a las personas de que se endeuden por encima de sus posibilidades) cuando, en realidad, quienes prestan los fondos también tienen parte de la culpa, prestan demasiado, sin tener en cuenta si el país que solicita el préstamo puede devolverlo o no. La lucha de la devolución de estos prestamos lleva a dos opciones desagradables: una, suspensión de pagos, y otra, la aceptación de ayuda por parte del FMI aceptando sus imposiciones que conllevan la perdida de la soberanía económica del país, algo que no garantiza, como vemos, que finalmente la única solución sea el default.