viernes, 13 de junio de 2014

El mito de la mano invisible y la falacia del egoísmo



La tan cacareada mano invisible de quien muchos consideran el padre de la Economía actual, Adam Smith (1723-1790), es la metáfora más popular de la Economía, así como la más llamativa distorsión que podemos encontrar en la historia del pensamiento. Asociada a la autorregulación de los mercados, de manera que si las personas actúan en función de su propio interés, sin proponérselo, guiados por una mano invisible, lograrían una solución de mercado que es óptima en términos de Pareto, es decir, nadie podría mejorar su posición de equilibrio sin empeorar la de otro, es hoy, a grandes rasgos, junto con el concepto de homo economicus, el núcleo principal del mainstream de la Economía académica, y que lleva a la famosa consigna política <<laissez faire, laissez passer>> que todo liberal dogmático lleva por bandera.

Aquí hay dos cuestiones a examinar, ya que la figura de la mano invisible nos lleva, irremediablemente, hacia el concepto de egoísmo atribuido como motor de la prosperidad. La referencia a la mano invisible aparece tres veces en toda la obra de Smith, la última en el libro IV de su principal obra, “La riqueza de las naciones” (1776). En su libro “La riqueza de las ideas: una historia del pensamiento económico” que vio la luz por primera vez en italiano en 2001 (2006 en castellano), Alessandro Roncaglia señala que las tres referencias a la mano invisible en la obra de Smith no ofrecen evidencias para sustentar la interpretación actual que se le asocia, como también recalca Gavin Kennedy en su libro “Adam Smith’s Lost Legacy”, publicado en 2005, donde denuncia la distorsión de las ideas del economista y filósofo escocés. Publicado en ese mismo año y traducido en 2011 al castellano, en “El mito de la mano invisible” Roncaglia se hace eco de una publicación de Gilibert(1998), quien observa que ni los contemporáneos de Smith ni los estudiosos de su pensamiento hasta mediados del siglo XX prestaron atención alguna al tema de la mano invisible, afirmando que el origen de la interpretación actual se encuentra en George Stigler, Nobel de Economía en 1982, que en 1951 publicó un articulo sobre la división de trabajo donde reconstruía las ideas de Smith, que luego serían tomadas por Arrow y Debrew tras desarrollar su teoría axiomática general del equilibrio económico, dándole el derecho a la teoría moderna a ser vista así como la coronación del diseño cultural smithiano.

El segundo punto, sacado del frecuentemente citado ejemplo sobre el carnicero, el cervecero y el panadero, y el papel mutuamente beneficioso del comercio movido por su interés privado, se basa en Smith en un doble supuesto: la idea de que cada persona conoce mejor que cualquier otra sus propios intereses, y otro que ha quedado enterrado por la influencia central del utilitarismo en la visión del homo economicus de la teoría neoclásica, que es el principio moral de la “simpatía”, expuesto en su obra “Teoría de los sentimientos morales” (1759). Siguiendo a Roncaglia (2006) la distinción del interés privado e interés público se convierte en un conflicto irreconciliable solo si el interés privado se interpreta de modo restrictivo, como egoísmo más que como interés personal, implicando el último la atención a los propios intereses moderados por el reconocimiento o simpatía de los intereses de los demás.

Son estos dos aspectos los que ponen sobre el tapete la ignorancia de quienes hacen alegremente uso del pensamiento de Smith para implicaciones que no tendrían nada que ver, dentro de una estructura marginalista que difiere totalmente de sus ideas originales. ¿Por qué no se ha producido un debate sobre la teoría de Adam Smith, como surgió, por ejemplo, con la publicación de la edición critica de los escritos de David Ricardo por Piero Sraffa? Parece no interesar, no vaya a ser que la elocuencia del discurso ortodoxo, que no su validez, cada vez más puesta en duda por la realidad, quede alterada por la pérdida de uno de los anclajes que lo legitima.

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miércoles, 26 de marzo de 2014

El dinero no es deuda


Esta entrada me he animado a escribirla al ver, durante estos días, cómo circula por la red la traducción de un artículo de David Graeber en el medio de comunicación inglés “The Guardian”, donde el principal mensaje es la popular y errónea consigna de que “el dinero es deuda”. Este hombre, antropólogo de formación (cabe decir que no tengo nada contra los antropólogos, ni contra su área de investigación y métodos, todo lo contrario), se basa en una publicación del Banco de Inglaterra en la cual se trata de explorar algunos mitos o creencias falaces sobre la creación de dinero ampliamente difundidas, donde remarcan que el dinero actual es dinero crédito, generado por los bancos privados, muy diferente a la noción de dinero mercancía de los modelos neoclásicos actuales, los cuales toman el dinero como exógeno en un sistema donde los bancos son meros intermediarios. Hasta aquí bien, pero hay más, un proceso por el cual se explica el proceso de creación de dinero y le da la característica de flujo, y no de stock, que parece habérsele olvidado a David Graeber, claro que así visto, el titular y el atractivo de su brillante y audaz “descubrimiento” no sería tal.

Mi crítica va a estar fundamentada a través de una breve exposición de lo que se conoce como Teoría Monetaria del Circuito, en la cual, como señala el Banco de Inglaterra, también el dinero es endógeno, por lo cual no puede ser fijada su cantidad de manera arbitraria por el Banco Central, siendo fundamental para el proceso económico al permitirse crear dinero conforme lo demanda la economía. Esta teoría es contraria a quienes apoyan la vuelta al patrón oro o el requerimiento de reservas del 100%, situaciones ambas que estrangularían la actividad económica y aumentarían la competencia por la escasez de dinero, creando graves distorsiones en la distribución y agravando los conflictos entre grupos sociales, por lo cual, no es de extrañar que sean éstas propuestas hechas por grupos englobados dentro de la ideología neoliberal. De aquí se deriva además, que la causalidad comúnmente publicitada de que la inflación es ocasionada por una excesiva tasa de crecimiento de dinero, es errónea, yendo en realidad en sentido opuesto. Así, es la tasa de crecimiento de los precios y de la producción lo que va a incidir sobre la tasa de crecimiento del stock de dinero, y por tanto, la inflación debe explicarse por otros factores.
La oferta de dinero se halla determinada por la demanda de créditos y las preferencias del público, invirtiendo la causalidad neoclásica donde el ahorro precede a la inversión, y donde la relación entre bancos y empresas rompe la dicotomía clásica entre economía real y monetaria, acercándose a lo que denominó Keynes como una Teoría Monetaria de la Producción. Se subraya la naturaleza del dinero como deuda, siendo éste una variable flujo, no stock, puesto que se crea y se destruye con la concesión y cancelación de créditos bancarios, concepto muy diferente de la propaganda ultraliberal en la que han caído supuestos “revolucionarios anticapitalistas” de manera ignorante, gracias a documentales como Zeitgeist, Money as debt, o The money masters, y que toma como punta de lanza una falacia bien conocida en Internet, que el dinero es deuda, obviando todo el proceso del dinero como flujo explicado muy bien por los circuitistas francoitalianos, con referencia obligada a autores como Parguez, Graziani, Rochon y Secareccia, aunque también destacan en este aspecto otros, como los norteamericanos como Davidson, Moore y Lavoie, entre otros. Todos ellos se encuadran dentro de enfoque postkeynesiano de la Economía (fuera de la corriente neoclásica en la que sí están neokeynesianos y nuevos keynesianos), cuyos principales antecedentes son Keynes y Kalecki, si bien están presente otros como Schumpeter, Wicksell, Minsky y buena parte de economistas de Cambridge a quienes se les considera iniciadores de esta escuela como Kaldor, Robinson, Sraffa y Pasinetti. La referencia a diversos autores y temas de investigación de esta escuela puede dificultar su delimitación, sin embargo puede observarse un núcleo común como han sugerido Eichner (1984), King (2002) y Lavoie (2005) (he puesto estos autores porque son quienes tienen publicados libros en castellano con una introducción a la Economía Postkeynesiana).


Para explicar muy brevemente la Teoría del Circuito Monetario, me basaré en el libro “La fragilidad financiera del capitalismo”, coordinado por los profesores del departamento de Economía Aplicada y Finanzas de la Universidad de Castilla-La Mancha Oscar de Juan y Eladio Febrero, concretamente en el capítulo de éste último titulado “Inestabilidad financiera, una interpretación desde la óptica de la Teoría Monetaria del Circuito” (recomiendo a quien esté interesado ir a la fuente, por los errores que yo pueda cometer en sintetizarlo o al introducir comentarios míos sobre ello, pese a que intentaré reproducir lo dicho por este autor con la mayor exactitud posible, lo que en alguno de los párrafos haré prácticamente de forma literal). Así, en un sencillo modelo en el cual se consideran dos sectores productivo y sin sector público:


 En la figura de arriba, tenemos que la flecha con un (1) se corresponde con la fase de flujo; la numero (2) con la fase de circulación; la (3) al pago de salarios a los trabajadores del banco, con cargo a los intereses a cobrar al prestatario; (4) ilustra la fase de reflujo; (5) corresponde a la fracción de ahorro de los trabajadores que se deposita en los bancos; y (6) a lo que los trabajadores envían a los mercados financieros.

S. Bk (sector que produce bienes de capital) va a comenzar un nuevo proceso de producción y el nivel de producto a enviar al mercado va a depender de sus expectativas de demanda efectiva. En función de estas, solicita un crédito al banco (privado) para pagar los salarios de sus trabajadores (Lk). El banco concede tal crédito, creándole un depósito emitiendo deuda contra sí mismo con el objeto de que se “monetice” una transacción entre terceros (S. Bk y Lk). Suponemos que los trabajadores emplean su salario completamente en la adquisición de bienes de consumo, producidos por S. Bc, sector que utiliza la liquidez recibida mediante la venta de su producto a Lk, para pagar salarios a sus trabajadores Lc que, a su vez, también la emplearán en adquirir bienes de consumo. Con la liquidez de vuelta en S. Bc, este sector puede emplearla en la adquisición de bienes de capital necesarios para producir más bienes de consumo en el siguiente período de producción. Así, la liquidez va a S.Bk, que la obtiene mediante la venta de su producto a S.Bc, lo que permite al prestatario estar en disposición de devolver la deuda contraída inicialmente con el banco, desapareciendo de un modo simultáneo el crédito y el depósito. Lo expuesto en este párrafo debe dejar claro que el dinero no es una variable stock, sino un flujo que se crea con la concesión de créditos y se destruye con la cancelación de las deudas, sin embargo quedan cuestiones pendientes.

¿Cómo se pagan los intereses bancarios? En el momento en que el banco concede el crédito a S.Bk, crea un depósito por valor M’=M (1+i), pero solo pone a disposición del prestatario un montante de dinero M (=wLk.). De este modo, el balance bancario se ve aumentado, y ahora el banco puede remunerar los factores necesarios para su operatividad (en este sencillo ejemplo suponemos que el banco solo requiere trabajadores) en una cuantía iM. Si los trabajadores del banco (Lb) gastan todos sus salarios en bienes de consumo, esta liquidez va a ir a parar a S.Bc, y este sector la va a utilizar para adquirir bienes de capital, de modo que dicha liquidez va después a las manos de S.Bk. De este modo, este último sector puede pagar el principal más el interés.

¿Qué ocurre si hay ahorro de los agentes? Desde la óptica del circuito se considera la posibilidad de que los agentes tengan dos alternativas para conservar sus ahorros: depósitos bancarios o activos financieros empitados por las empresas, que dependerá de la preferencia por la liquidez de los ahorradores. Quedaría tanta deuda por pagar como dinero han ahorrado los trabajadores, sin embargo imaginando que la preferencia por la liquidez es nula, todos los ahorros irían destinados a la adquisición de títulos financieros, permitiendo adquirir a las empresas no financieras por ésta vía lo que dejan de adquirir por la venta de sus productos, por lo cual de esta forma el circuito vuelve a cerrarse. Sin embargo, si los agentes desean mantener una fracción de sus ahorros en forma de depósitos bancarios, quedarían deudas pendientes de pago, apareciendo una fase adicional de intermediación bancaria donde las empresas refinancian su deuda convirtiéndola en deuda a largo plazo, utilizando los bancos para ello los depósitos de los ahorradores. Debe quedar claro que los depósitos bancarios son consecuencia de la fase de flujo, en contradicción con lo establecido a la teoría monetaria convencional.

Introduciendo un elemento institucional en el sistema descrito como es un Banco Central, sigue siendo válido que los créditos crean los depósitos y que la cantidad de dinero está determinada por la demanda de crédito y  por tanto, es endógena. Suponiendo que el Banco Central exige a los bancos privados un determinado volumen proporcional de reservas sobre los depósitos bancarios, ¿de dónde salen éstas? El banco privado no puede crear un depósito adicional al que conlleva el crédito, sino que pide las reservas prestadas al propio Banco Central, pagando un determinado tipo de interés fijado por éste de forma exógena, en proporción al montante del crédito, manteniendo al final del circuito únicamente como reservas la proporción a depósitos mantenidos por familias. Como se aprecia, las reservas no suponen una restricción a priori, sino que aparecen a posteriori. El Banco Central puede alterar las condiciones en que presta las reservas modificando el tipo de interés, pero no se negará a jugar el papel de prestamista de última instancia si ello es necesario para evitar una crisis de confianza que colapsaría el sistema financiero, y luego penalizará al banco en cuestión.
Si no hay límite a la creación de crédito, ¿significa que los bancos juegan un papel puramente pasivo operando como meros acomodadores de la demanda de crédito? No, los bancos deniegan créditos (o deberían para su supervivencia) a aquellos potenciales prestatarios que no presentan avales de suficiente garantía, además de estar sujetos a la supervisión bancaria del Banco Central (cuestión que presenta problemas por la opacidad e ingeniería contable en los balances de los propios bancos privados y la descoordinación entre Bancos Centrales para compartir información de los bancos privados que operan bajo su área de influencia). En cualquier caso, la posible no acomodación de la demanda de crédito no tiene nada que ver con restricciones exógenas de fondos prestables.

La inestabilidad financiera puede surgir, sin ser la única explicación ni ser excluyente con otras posibilidades, con un crecimiento desigual del mercado de bienes y servicios, por un lado, y del mercado financiero, por otro. Si aparecen estímulos a tomar dinero a crédito con la finalidad de invertir en mercados financieros, por motivos especulativos, es decir, con la finalidad de adquirir activos para venderlos posteriormente a un precio superior, ello provocará un aumento en el precio de éstos, aumentando la brecha con los tipos de interés y dando lugar a un incremento mayor del optimismo, dado que el coste del crédito es inferior a la ganancia que se obtiene de su uso. Conforme avanza la situación, el ritmo de expansión de los mercados financieros presenta un ritmo superior al del mercado de bienes y servicios (y mayor todavía que el de los bancos), inflándose el precio de los activos financieros (aquí también podríamos poner el ejemplo de los activos inmobiliarios) por encima del crecimiento de los beneficios derivados de la actividad de las empresas no financieras. Las empresas emplearán sus beneficios derivados de su actividad no financiera en la adquisición de activos financieros con fines especulativos, lo que en el acto provocará una “moderación” del crecimiento del sector no financiero, que no podrá mantenerse durante mucho tiempo. La razón del desplome es que las empresas siguen endeudándose, pero no con la finalidad de expandir la capacidad productiva, el dinero se crea (fase de flujo) pero no circula por el circuito real, sino por el financiero, lo que no da lugar a aumentos de gasto y producción (o al menos, no de forma automática, salvo que las ganancias realizadas en el mercado financiero se empleen en gasto en bienes y servicios). El flujo de retornos en el mercado de bienes y servicios deja de ser suficiente para devolver los créditos, provocando a los prestatarios la necesidad de desprenderse de algunos activos, con la finalidad de obtener liquidez. Si el ritmo de venta de activos provoca una cierta reducción en el aumento de los precios, algunos especuladores pueden verse tentados a seguir la corriente vendedora. Si algunos prestatarios no consiguen vender sus activos financieros a un precio superior al que los adquirieron, van a tener serios problemas para devolver los créditos, lo que se traducirá en incobrados para el banco. Esto, al mismo tiempo, puede provocar un aumento en la preferencia por la liquidez de los bancos (esto es, aumento de la percepción de riesgo de los créditos, por lo que o bien se niegan a prestar o lo hacen a un tipo más alto). La dificultad creciente para encontrar créditos puede entorpecer la actividad del sector real, provocando un desplome generalizado, haciéndose imprescindible la actuación de un agente (en este caso el Banco Central, aunque también puede ser el Sector Público mediante déficits) que, a consecuencia de la falta de demanda efectiva, torna ilíquidos los activos de los bancos por la falta de beneficios de los prestatarios, llevando a los bancos a no conceder créditos a empresas, lo que se traducirá en mayores problemas de demanda efectiva.


Vuelvo a incidir en que quien esté interesado vaya a la fuente de donde he sacado lo aquí expuesto y que pongo más arriba. Espero haber sintetizado las ideas de forma que quede plasmado que el dinero no es deuda tal y como se ha extendido por Internet, en especial por culpa de una serie de documentales que esconden una ideología ultraliberal, los cuales han sido profunda y agresivamente analizados en el blog Chemazdamundi, que recomiendo echar un vistazo por su esfuerzo por desenmascarar algunas de las teorías conspiranoicas que circulan por la red, y cuyo sencillo y atractivo mensaje, atrae a incautos por doquier. 


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sábado, 18 de enero de 2014

Réquiem por la Renta Básica


Me veo en la obligación moral de escribir esta breve reflexión sobre un asunto que tiende a ser enterrado apresuradamente cada vez que se saca a la luz pública, desechado sin haber sido llevado a un debate o razonamiento mínimos, la Renta Básica.
Entiendo este instrumento como una Renta Básica de Inserción, una prestación monetaria integrada por una parte mensual básica y un complemento variable, en función de los miembros que forman parte de la unidad de convivencia, con objeto de satisfacer las necesidades básicas de la misma cuando éstas no puedan obtenerse del trabajo, o de pensiones y prestaciones de la Seguridad Social, como pueden ser la prestación por desempleo o ayudas a la dependencia, y en oposición con la iniciativa de una Renta Básica Universal. Tal discrepancia podría parecer trivial para muchos, pero no deberían pasarse por alto cuestiones tales como que la Renta Básica Universal carece de una justificación sobre los medios de subsistencia del individuo si ya están cubiertos, así como los potenciales efectos adversos sobre la inflación que contrarrestarían los efectos de tal proposición vía demanda agregada que más abajo expongo, si bien existen circunstancias que a su vez podrían limitar éstos mediante el incremento de la oferta de bienes y servicios que la misma Renta Básica Universal podría impulsar, pero que implican un proceso más complejo y a largo plazo.

Más allá de su justificación moral en base a la justicia social y el aumento de capacidades del individuo, con su importante contribución a una libertad individual efectiva, las cuales suponen por sí mismas un claro objetivo de compromiso social, existen argumentos de peso diferentes de la retórica social que envuelve esta iniciativa, y que deberían hacer que cualquier ciudadano y gobierno reflexione de sus beneficios funcionales como instrumento de política económica, y que expongo en los dos siguientes puntos.

Primeramente, mi argumento a favor de la Renta Básica en lo referente a la demanda agregada se centra en la propensión a consumir de los hogares con menores ingresos, quienes gastan la totalidad de su renta en consumir bienes y servicios. El efecto multiplicador de esta medida influiría directamente sobre la oferta de bienes y servicios, lo que a su vez impulsaría el empleo y la inversión en bienes de capital (economía real), cuyas expectativas vienen marcadas por las previsiones del consumo futuro. Ello funciona en sentido inverso al resultado que produce una pequeñez en la propensión a consumir de hogares con rentas elevadas, cuyo ahorro alimenta la economía financiera y especulativa en busca de mayores retornos en detrimento de la inversión en la economía real, y que tiene un efecto devastador sobre la economía desencadenando un periodo inestable y de gran incertidumbre. Me abstengo aquí de hablar del ahorro derivado de unos ingresos mínimos ya que se entiende que los beneficiarios de estas transferencias tienen nula capacidad de ahorrar parte alguna de sus ingresos, sin embargo, dejo abierta la posibilidad de que esta medida pueda producir una reducción en el endeudamiento de las familias más desfavorecidas.

Otro fundamento positivo es la capacidad estabilizadora o limitadora de las fluctuaciones del ciclo económico de esta herramienta, que ya se evidencia de lo revelado en el primer punto, y que se basa en diluir el riesgo específico de las personas, quedando expuestos solamente al riesgo sistémico, en línea con la teoría moderna de cartera de Markowitz, lo que deja las fluctuaciones a la exposición e impactos de los shocks externos pudiendo controlar en gran medida las producidas por una demanda agregada insuficiente. Pero lo más interesante es sin duda su efecto sobre la aversión al riesgo, la incertidumbre asociada al consumo, lo cual es un concepto muy diferente y más determinante en la toma de decisiones del individuo que la utilidad del consumo, como han comprobado economistas y psicólogos en diversos experimentos y que hoy es uno de los supuestos básicos de la Moderna Teoría Financiera. Su implementación como una medida puesta en marcha por los poderes públicos no se trata únicamente de una política de ayuda social, sino de una política coherente con la gestión de riesgos en una época en la cual los riesgos individuales son extremadamente importantes, amortiguando el impacto de los problemas más graves. Se trata de democratizar las finanzas y extender las ventajas y complejas técnicas de las que disfrutan los mercados financieros a otros ámbitos que puedan devenir en una mejor seguridad para el ciudadano de a pie. Mi planteamiento aquí sigue el formulado por el reciente Premio Nobel en Economía Robert Shiller en su libro “El nuevo orden financiero: el riesgo para el siglo XXI”, sin embargo, difiere en la naturaleza de su proposición puesto que trato la gestión de riesgos a través de la Renta Básica como un seguro público, y no como un contrato entre agentes privados, y lo he tratado así para no eludir los problemas de selección adversa y otros problemas derivados de la información asimétrica que puedan darse.
Si a los individuos se les deja sobre sus espaldas todo el peso de  la incertidumbre que va asociada a nuestras vidas, así como el sufrimiento personal ocasionado por el azar, los individuos intentarán hacerlo lo mejor que puedan, normalmente tomando posiciones conservadoras, evitando riesgos a costa de dejar pasar oportunidades, que pueden ir desde mejorar su formación, poner en marcha un proyecto personal en forma de empresa o investigación, un cambio de trabajo, o incluso un proyecto familiar o social.
Imaginemos, cogiendo el ejemplo de Shiller sobre su idea de seguro de subsistencia, una persona joven que piensa seriamente en desarrollar una carrera ambiciosa y especializada, por ejemplo, en el campo de la bioquímica. Nadie sabe lo que nos deparará el futuro, así que se enfrenta a riesgos como una sobreabundancia de especialistas en su materia, una caída de las acciones de biotecnología que redujera sus posibilidades laborales, o que las universidades y firmas biotecnológicas importen técnicos cualificados en países en desarrollo por su menores exigencias salariales. Ante la incertidumbre, podría desechar esta especialidad, aun cuando este campo pueda proporcionar una cura contra el cáncer y otras enfermedades. Pero, la Renta Básica podría en gran medida cubrir parte de los riesgos, diluyendo el riesgo específico, contribuyendo así a incentivar el emprendimiento y que las personas vean las posibilidades y la incertidumbre bajo otra luz, mucho menos arriesgada.

La idea de que una Renta Básica como seguro público impulsaría el emprendimiento de cualquier clase es contraria a la sabiduría convencional, la cual critica y se opone intuitivamente a este instrumento por “romper” los incentivos a trabajar, así como por la supuesta insuficiencia de fondos necesarios para el enorme gasto público aparejado a su implantación.
Recientemente, tras el fracaso del proyecto para llevar a la Comisión Europea la petición de una Renta Básica Universal, y la puesta en marcha de una iniciativa similar a nivel nacional por el Movimiento contra el paro y la precariedad, en los círculos políticos y de opinión se ve como una utopía inviable e irresponsable, en un momento de grave déficit de las cuentas públicas, posición que un informe del Sindicato de Técnicos del Ministerio de Hacienda (Gestha) se ha encargado de reforzar. Las objeciones que se le pueden hacer a este informe son principalmente dos: i) la estimación del gasto público en una cifra de 78.000 millones de € y su imposibilidad de financiarlo no es tal si se tiene en cuenta la recaudación de impuestos perdida por culpa del fraude y la evasión fiscal, la cual ha sido estimada por la propia Gestha en torno a los 90.000 millones de €, además de la capacidad de aumentar los ingresos del Estado por medio de una mayor progresividad a los tramos más altos del IRPF como ya ha existido décadas atrás, un IS en función de la estructura y beneficios de las grandes empresas suprimiendo los nichos fiscales que permiten a grandes empresas una tasa efectiva menor que la de pequeñas y medianas empresas, entre otras muchas cosas que pueden hacerse. Así como, ii) en las estimaciones del informe no se evalúan los efectos sobre la actividad económica y la recaudación que he argumentado arriba en este texto, y que cambiarían por completo el punto de referencia de tal informe a la hora de hacer las estimaciones.

La segunda crítica más extendida e instintiva sobre este asunto, ampliamente interiorizada por todos, bien refugiada en la sabiduría convencional, es la que alarma sobre la “ruptura” de incentivos para trabajar que supondría una Renta Básica, ¿quién va a querer trabajar si se le aseguran unos ingresos sin hacer nada? Como se ha señalado a lo largo de todo este artículo, la Renta Básica no es más que unos ingresos mínimos para cubrir las necesidades vitales, de la cual quedan excluidos la adquisición de bienes y servicios que todos tenemos razón en valorar y otras motivaciones que podemos encontrar y que vienen bien agrupadas en la conocida pirámide de Maslow.
Si bien puedo entender cierto grado de preocupación en torno a la degradación de ciertos incentivos para trabajar, especialmente si la mediana de ingresos a partir de la cual se calcula el montante de la Renta Básica es una cifra cercana al Salario Mínimo Interprofesional, ¿cuál sería el efecto sobre el mercado laboral? Lo que debería ocurrir es que los salarios de los trabajadores suban, puesto que nadie estaría dispuesto a trabajar por un SMI que le asegura unos ingresos iguales o cercanos a los que tendría sin ejercer actividad alguna, aumentando los costes de las empresas pero también sus ingresos, ya que aumentaría presumiblemente el consumo de sus productos. Que las personas trabajen por algo más que por salarios de subsistencia y se ponga freno a la precariedad no debería ser visto un problema de la Renta Básica, sino más bien un logro, funcionando a su vez como un complemento de la política de rentas.


Lo aquí expuesto no significa que la Renta Básica resuelva por sí misma los problemas a los que se ha hecho referencia, sino que debe ser vista y tratada como un instrumento, una herramienta que debe combinarse con otras medidas necesarias acorde a la situación y las relaciones que surjan de la multitud de intereses y fuerzas que coexisten en una economía nacional y, especialmente en estos tiempos, globalmente, por lo que se hace imprescindible tratar para su correcta implantación o la consecución de los resultados deseados su complementación con las urgentes regulaciones indispensables en el sistema financiero, para el medio ambiente y de una política de gobernanza mundial que vele por unas reglas de juego homogéneas que no sancionen comportamientos éticos o responsables en el tablero global común degradando la capacidad competitiva y las economías nacionales.


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sábado, 4 de enero de 2014

Sesgos, racionalidad y teoría económica: ¿somos coherentes con nuestras elecciones?


Los psicólogos Daniel Kahneman y Amos Tversky en su conocido trabajo “Prospect Theory: An Analysis of Decision under Risk” elaboraron una teoría conocida como teoría de las perspectivas, en donde mostraban la invalidez de algunos de los axiomas de la teoría de la utilidad del matemático John von Neumann que hoy sigue enseñándose sin ninguna variación en las facultades de economía de todo el mundo, y cuyos experimentos demostraron que no somos tan racionales como creemos a la hora de tomar decisiones. A lo largo de su prolífica labor investigadora, reconocida con el premio Nobel de Economía en el año 2002 entregado a Daniel Kahneman y que hubiese compartido su compañero de investigación de no haber fallecido en el año 1996, encontraron multitud de sesgos en nuestro comportamiento y nuestras elecciones.

Estos autores junto con los desarrollos posteriores de otros expertos investigadores han hecho grandes avances en el conocimiento de cómo los seres humanos pensamos y tomamos decisiones, expuestos por Daniel Kahneman en su último libro publicado “Pensar rápido, pensar despacio”, algunos de los cuales voy a describir a continuación: Todos los individuos tenemos dos sistemas mentales diferenciados; el sistema 1, que actúa automáticamente y es experto en encontrar una serie causal coherente que vincule los fragmentos de conocimiento de que uno dispone; tendiendo a lo que ha denominado el matemático y filósofo Nassim Taleb “falacia narrativa”; obviando evidentemente lo que uno no sabe, construyendo nuestras opiniones de forma convincente y sencilla del mundo, habitualmente de modo lineal, y que explican una variada lista de sesgos que contribuyen a producir una facilidad cognitiva en los individuos. Ello induce a una familiaridad con ciertas falsedades por métodos como la repetición frecuente, que la hace difícilmente distinguible de la verdad conduciendo a la admisión de estas historias por parte de los individuos, motivando una confianza excesiva que viene determinada por la coherencia de la historia que uno ha construido, no por la calidad y la cantidad de la información en que se sustenta. Paradójicamente, es más fácil construir una historia coherente cuando nuestro conocimiento es más escaso, cuando las piezas del rompecabezas no pasan de unas pocas, usando a menudo la sustitución de preguntas difíciles por otras relacionadas más fáciles, lo que en psicología se conoce con la definición técnica de heurística, y que lleva a que normalmente no nos quedemos sin saber que decir, y además, no notemos que no hemos respondido a la pregunta que nos han hecho, provocando la ilusión de entender algo y que descansa sobre un fundamento seguro, nuestra capacidad casi ilimitada para ignorar nuestra ignorancia.
Por su parte, el sistema 2 se halla normalmente en un confortable modo de mínimo esfuerzo, es perezoso y funciona peor en situaciones de agotamiento o si se encuentra ocupado en otras tareas que captan su atención, por lo cual las intuiciones, sensaciones o impresiones se tornan apenas sin oposición en creencias. Un intento deliberado de confirmar evidencias, conocido como estrategia de contrastación positiva, es también la manera en que el sistema 2 contrasta una hipótesis, contraria al método científico propuesto por los filósofos de la ciencia como Karl Popper, que son conscientes de la asimetría existente entre verdad y falsedad que aconsejan contrastar hipótesis intentando refutarlas, algo que en continuas ocasiones pasan por alto incluso experimentados investigadores, debido en ocasiones (no entra aquí el conflicto de intereses) a la dificultad que presenta entender los sucesos de nuestro complejo mundo,  por lo cual la gente tiende a buscar datos que puedan ser compatibles con las creencias que actualmente tienen.
Además de esta multitud de sesgos reconocidos en diferentes experimentos, llaman la atención sobre otros referentes a las elecciones que hacen los individuos. Primero, los autores se dieron cuenta de que había una asimetría entre las ganancias y las pérdidas, una mala noticia de la misma magnitud que una buena suponía en el individuo un efecto mayor, existía una aversión a las pérdidas. Segundo, cuestionando la teoría de la utilidad a través de las deficiencias de las curvas de indiferencia, los autores reconocieron un error que consiste en la ausencia de puntos de referencia, el cual ejerce una gran influencia en las elecciones. Tercero, se dieron cuenta de que dos proposiciones idénticas daban lugar a diferentes respuestas dependiendo del marco emocional en el cual se encuadraban, y por último, se fijaron en cómo los recuerdos y las experiencias vividas tienen un fuerte valor emocional a la hora de tomar una elección.

Dadas estas desviaciones sobre la teoría de la elección racional de los individuos, imaginemos a un individuo a la hora de valorar los impuestos que paga, y que toma como punto de referencia su sueldo bruto (el ejemplo es mío, no viene en el libro). La aversión a la pérdida que le supone la disminución de sus ingresos después de impuestos se verá agravada por el marco emocional, puesto que no tiene el mismo efecto presentar la recaudación impositiva del Estado como un coste que debemos asumir para los beneficios que disfrutamos en forma de seguridad social y servicios públicos, que tomados como pérdida, enfoque este conocido y explotado por ciertos manipuladores de opinión conscientes de la importancia del marco para influir en las decisiones, quienes también usan otras palabras para conseguir el mismo efecto como coacción u opresión. Además, el marco más ancho en el que se encuadran las ganancias para la sociedad las hace más abstractas en la mente del individuo cuando la asocia a la idea de lo que podría hacer con la parte de sus ingresos que deja de recibir, y que suponen experiencias vividas como un viaje que ocupa un recuerdo muy satisfactorio en su mente y le provoca una emoción placentera. Introduzcamos en este punto la “cascada de disponibilidad” que es el nombre dado por Timur Kuran y Cass Sunstein en  su trabajo “Availability Cascades and Risk Regulation” para el mecanismo por el cual los sesgos afluyen a la política y se alimentan a base de repeticiones en los medios y sencillas historias coherentes; todo ello en conjunto hará que nuestras creencias fluyan y se reafirmen en nosotros, contribuyendo a la necesidad de un mayor esfuerzo del sistema 2 para resistirse a seguir las creencias e intuiciones del sistema 1 que no se han reflexionado lo suficiente o nada, lo que provoca en numerosas ocasiones que los individuos vayan contra sus propios intereses al contrario de lo que supondría una elección racional.

 ¿Qué implicaciones tienen tales cuestiones? En definitiva, somos menos racionales de lo que nos presenta la teoría económica convencional, más manipulables de lo que percibimos, más ignorantes de lo que pensamos y dueños de nuestras elecciones en menor medida de lo que confiamos, y por extensión, menos libres de lo que algunos nos quieren hacer creer y, efectivamente, creemos.


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